Desde hace tres años más o menos decidí que iba a coleccionar bolitas (canicas). Pero no cualquiera. No me interesaba que fueran bonitas, exclusivas, fotocromadas o fosforescentes. Sólo me interesaba una cosa: tenían que ser bolitas encontradas en la calle. ¿Por qué? Porque leí el cuento La Decadencia de la Bolita de Alejandro Dolina. Destaco un párrafo que me marcó:
"... Este juego parece haber empezado a languidecer en 1960. Pero puede afirmarse que en ese momento ya hacía por lo menos cincuenta años que se jugaba. Entonces había veinte millones de habitantes en el país, y no era demasiado audaz afirmar que, en el medio siglo de su auge, el juego de la bolita había sido practicado por diez millones de individuos en uno y otro momento de sus vidas. Ahora bien: ¿cuántas bolitas poseía cada niño aficionado, como promedio? Digamos cincuenta. Multipliquemos: cincuenta por diez millones. Son quinientos millones de bolitas. Bien, volvamos al presente: alguno de ustedes ha visto una bolita en el último año? Seguramente no. Yo pregunto: ¿dónde están los quinientos millones de bolitas? ¿Quién las tiene?"
Esta estimación, aunque está hecha con datos argentinos, es aplicable en cualquier ciudad donde se practique este juego. Yo, durante más de tres años de búsqueda, he logrado encontrar sólo 4 bolitas. Esto sólo viene a reafirmar la perturbadora conclusión que Dolina insinúa: Estamos en presencia de una conspiración...
1 comentarios:
Las bolitas las tienen en una bóveda en el subterráneo del ministerio de educación, donde los profesores las llevan después de quitarselas a los niños.
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